A pesar de la reivindicación permanente de su condición de outsider rupturista, Javier Milei sigue en estos meses una antigua táctica de la vieja dirigencia tanto en parte de la gestión económica como en materia política. Y no le está yendo nada mal. Por mérito propio y gracias a la ayuda, la conveniencia y la impotencia de sus aliados, sus adversarios amigables y sus rivales.
Las evidencias muestran que patear para adelante durante los años electorales cuestiones que podrían tener impacto negativo en las urnas sigue tan vigente como siempre, hasta en este gobierno excéntrico. Aunque en varias materias relevantes Milei y su equipo continúen aplicando a rajatabla el manual de romper lo viejo para construir lo nuevo. Tanto en la narrativa como en la práctica, y siempre potenciando el valor simbólico de cada acción así como la fabricación de enemigos (y fantasmas amenazantes).
El pragmatismo político de meter cosas incómodas bajo la alfombra del tiempo se verifica en varias materias: desde la política cambiaria hasta el armado electoral, pasando por la (no) investigación del criptoescándalo $LIBRA.
Algunos de los mejores ejemplos de esa táctica (pero no los únicos) son la intervención oficial para contener el tipo de cambio y la postergación sine die de la acumulación de reservas (a pesar de los compromisos asumidos y no cumplidos con el Fondo Monetario Internacional) con el objetivo mayor de sostener el gran activo político económico de haber bajado drásticamente la inflación. Lo mismo ocurre con la rémora en la reducción de cargas tributarias (verbigracia, retenciones a las exportaciones). Y la lista sigue.
Nada altera esa táctica, pese a las consecuencias indeseadas, que podrían agravarse con el paso del tiempo y respecto de las cuales ya se encienden algunas luces de alerta. TMAP (todo marcha acorde al plan), según la neolengua libertaria. Aunque no sea muy novedoso, La Liberad Avanza (LLA) juega mirando el reloj, como muchos otros gobiernos. Lo disimulan, pero no se sonrojan cuando se lo señalan. El FMI acaba de comprobarlo. Y de tolerárselo. Otra vez.
Los datos duros revelan que el impacto de la política económica nacional en la actividad de muchos sectores ha empezado a mostrar signos negativos en consumos básicos, empleo y recaudación de impuestos y tasas, sobre todo en el plano subnacional, como lo sufren gobernadores e intendentes.
El Gobierno prefiere potenciar los datos macroeconómicos generales, sin reparar en particularidades, aunque “en el promedio se ahoguen los enanos”, como le gusta decir a Juan Carlos “El profe” de Pablo, el amigo y contertulio de las veladas operísticas del Presidente.
“Si nos quedamos mirando situaciones particulares corremos el riesgo de desviarnos del objetivo principal. Y sabemos que en la transición va a haber daños colaterales: empresas que van a cerrar y gente que va a perder el trabajo. Por eso queremos hacer la reforma laboral para que se creen nuevos empleos para los que los pierdan con el cierre de empresas inviables. Es el costo que hay que pagar. A nosotros nos importa el empleo, no la desigualdad”, admite con sinceridad brutal una de las personas que en el proceso de transformación más escucha Milei. Un mundo para sobrevivientes.
En este mientras tanto los grandes números positivos tienen una contracara menos amable: “En mi municipio la recaudación por la tasa de seguridad e higiene, que es la que mejor refleja la actividad, está en niveles de la pandemia”. Una afirmación casi calcada es repetida por jefes comunales del favorecido conurbano norte y de la complicada zona sur del Gran Buenos Aires, así como de la próspera zona núcleo bonaerense.
Sin embargo, el Gobierno se apoya en su predominio en la opinión pública, apuntalado por la abrupta y sostenida caída de la inflación, ese flagelo que impedía imaginar un futuro más largo que el fin de semana, y por el recuerdo vivo de los fracasos de los tres gobiernos anteriores, de los cuales la sociedad salió peor de lo que entró, con la convicción de que la calidad de vida de buena parte de los dirigentes políticos responsables de esos gobiernos mejoró respecto de cómo comenzaron. El pasado y algunos factores del presente siguen apuntalando a Milei, aunque haya nuevas dudas sobre el futuro. Una ecuación imbatible. Al menos, por ahora.
En ese contexto se desenvuelven las discusiones sobre los armados electorales, que en estos días tienen en el centro de la escena a la provincia de Buenos Aires, ya que falta demasiado poco para la presentación de las listas. A pesar de esos plazos exiguos, todo se desarrolla con lentitud y complicaciones.
Se trata de un escenario casi ideal para el oficialismo, que también en este plano apuesta a patear para adelante, mientras sus aliados y rivales siguen enredados en sus disputas sin poder saldarlas ni empezar a construir una oferta propia. Solo hay que mirar lo que ocurre en el seno del macrismo, donde cada noticia de los diálogos con el oficialismo es una expresión de concesiones sin evidencia de negociación.
En el Gobierno ya dan por hecho la rendición casi incondicional de Pro, tanto para incorporarse a las listas bonaerenses como para aceptar el nombre de Frente de la Libertad Avanza, sin pretensión alguna de ocultar que se trata de una adhesión antes que de una alianza.
Otro tanto dicen que ocurrirá con los lugares por ocupar en las listas, sobre todo para la elección de diputados nacionales, que se da por hecho encabezará el amigo presidencial José Luis Espert. A pesar de los deseos de Diego Santilli, el exColo devenido en violeta furioso, a quien se ocupó de maltratar con saña en su programa de streaming uno de los comunicadores libertarios preferidos del Presidente.
“Los años electorales dificultan y demoran la toma de decisiones y, a veces, como ahora, aburren”, señala uno de los principales consejeros de Milei, lo que implica una admisión de la voluntad de patear para adelante temas espinosos, tanto como revela dos convicciones.
Una es que para la Casa Rosada ya está cerrado todo con Pro a pesar de la reticencia que todavía tienen varios intendentes amarillos bonaerenses, particularmente de la segunda elección electoral (por caso Junín y Pergamino), que temen que le intrusen el territorio y les compliquen la gestión los futuros ediles sin obtener nada a cambio, más que la mínima y elemental promesa de no afectar la gobernabilidad, como aceptó el embajador de Mauricio Macri tras el diálogo con Sebastián Pareja y Karina Milei, dueña de la lapicera y del armado electoral.
La otra convicción mileísta es que da por ganada la elección de medio término, sobre todo, en el plano nacional y que contará con un bloque o un interbloque que lo dejaría muy cerca de tener el quorum para sesionar y bloquear cualquier posibilidad de revertir los vetos presidenciales de leyes que el Gobierno considere contrarias a sus intereses.
“A Javier solo le importa tener las manos para que aprueben las reformas de fondo que hay que hacer después de las elecciones. Eso tenemos que asegurarle. Después de octubre empezará lo más importante y lo más desafiante. El año de La Libertad Avanza no es 2025, sino 2027”, dicen en las oficinas más cercanas al despacho presidencial.
Ese nuevo ordenamiento parlamentario es uno de los compromisos que asumió Ritondo en la Casa Rosada y, a cambio, habría obtenido lugares en la gestión y en las listas para, al menos, tres nombres. Él afirma que pretende seguir con un rol estelar en Diputados, donde hoy preside el bloque de Pro. Habrá que ver cuántos legisladores macristas estarán dispuestos a apoyar proyectos oficialistas sin beneficio de inventario. Tras la elección porteña, algunos parecen haber recuperado el pensamiento crítico.
En este desigual toma y daca superestructural entre macristas y libertarios, en el que se patean para adelante las demandas de algunos intendentes reticentes, también ya tendría asegurado un lugar el alcalde marplatense, Guillermo Montenegro, el tercer habitué de las reuniones entre amarillos y violetas. Lo admite el triángulo de hierro.
“En noviembre habrá una nueva realidad con un oficialismo más grande, tanto en el Congreso, como en las legislaturas provinciales. Y, seguramente, también en la gestión. Por ejemplo, con algunas incorporaciones de dirigentes que originalmente no eran libertarios. Podría ser el caso de Montenegro”, reconoce un estrecho colaborador del Presidente.
Fuentes del primer piso de la Casa Rosada dicen que el destino del actual intendente de General Pueyrredón podría ser de mayor relevancia que el que ha circulado hasta ahora. “Si, como es casi seguro, Patricia [Bullrich] va de candidata a senadora por la Ciudad, Montenegro podría ser la cabeza de un súper ministerio que reúna Seguridad y Justicia”, revelan. Así, no solo saldría del Gabinete Bullrich (a su pesar si no deja ella un sucesor) sino también Mariano Cúneo Libarona, a quien se señalaba como la primera víctima de la nueva realidad.
Lo que sí descartan en el triángulo de hierro es que el esquema político que alumbren las elecciones de octubre sea una alianza gubernamental violeta-amarilla, aunque en el plano parlamentario cuiden las formas y preserven el nombre de Pro con un interbloque. “Los que se sumen van a venir a nombre propio, porque total, en la práctica, Pro va a dejar de existir”, afirma un alto funcionario mileísta con la crudeza que los caracteriza. Les sobra optimismo, pero también realismo.
No es muy distinto eso de lo que asumen sobre el futuro de su espacio los embajadores macristas (que para muchos ya son acreditados del mileísmo en las filas amarillas).
“Tenemos que ir con ellos [por los libertarios] y no tenemos capacidad para exigir condiciones, aunque algunos intendentes nuestros se crean con más poder del que tienen. Las encuestas muestran una polarización total. Si vamos solos sacaremos no más del 6%, con lo que no meteremos ni un diputado ni un senador y ponemos en juego 12 bancas de 22”, se resigna (o justifica) uno de los “negociadores” amarillos.
El Gobierno y los interlocutores en nombre del macrismo avanzan en sus propios acuerdos, mientras el tiempo corre, con la pretensión de imponerle a los dubitativos la política de hechos consumados.
Algo bastante similar ocurre en el polo opuesto del mapa político bonaerense. El cristicamporismo, potenciado por la recobrada centralidad de Cristina Kirchner, tras su condena, busca prolongar esa revitalización para discutir con el kicillofismo y sus intendentes las listas y el correspondiente reparto de lugares. La imposibilidad de que la expresidenta sea candidata abrió un nuevo y complicado escenario.
No queda mucho tiempo y la distancia entre las facciones en disputa sigue siendo amplia, pero todos dicen querer la unidad, aunque más no sea por una cuestión de supervivencia. “Hoy las encuestas no nos aseguran un triunfo ni siquiera unidos, pero sí un resultado más que digno. En cambio, si vamos divididos habrá una victoria segura de los libertarios, que podría ser catastrófica”, dice una de las personas autorizadas a hablar por Máximo Kirchner. Del lado kicillofista de la vida la perspectiva no es muy diferente, aunque dicen no estar dispuestos a juntarse a cualquier precio.
En la provincia de Buenos Aires solo faltan 10 días para la inscripción de frentes o alianzas y 20 días para el cierre de listas. Solo el Gobierno parece beneficiarse pateando la pelota para adelante, con la ayuda de aliados y adversarios. Por ahora.