miércoles, 30 julio, 2025
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El impuesto a la riqueza: una amenaza populista a la prosperidad de Uruguay

¿Un impuesto del 1% a “los ricos” para financiar el gasto social? La propuesta suena seductora para los oídos populistas, pero desde la perspectiva combativa de la Escuela Austriaca de Economía equivale a pegarle un tiro en el pie a la economía uruguaya. Bajo un lenguaje de “justicia social”, este plan no es más que redistribución coercitiva de la riqueza: un saqueo fiscal que amenaza la inversión, el empleo y el futuro del país.

Los economistas austriacos advierten que concebir la economía como un pastel fijo a repartir es “redistribucionismo, o antieconomía”. En otras palabras, creer que el Estado puede exprimir a una minoría adinerada sin consecuencias generales es fantasía peligrosa. Uruguay debe resistir este canto de sirena populista antes de comprometer los pilares de su prosperidad.

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Propiedad privada vs. expolio “solidario”

La Escuela Austriaca basa su análisis en la acción humana: individuos libres que actúan con propósito en función de incentivos. La idea de una “redistribución” forzada del patrimonio choca frontalmente con este principio. Ludwig von Mises enfatizó que toda civilización descansa sobre la propiedad privada de los medios de producción.

Quitarle al ciudadano su riqueza acumulada “porque sí” no es solidaridad, es un atropello a la propiedad privada. Frédéric Bastiat lo advirtió hace más de un siglo: “El Estado es la gran ficción en donde todo el mundo trata de vivir a expensas del resto”.

Un impuesto patrimonial del 1% encarna exactamente esa ficción perniciosa: políticos prometiendo beneficios a unos a costa del bolsillo ajeno. En vez de castigar el éxito y el ahorro –virtudes que elevan el bienestar general–, Uruguay debería premiarlos.

Defender la libre empresa no es “proteger a los ricos de hoy”, sino dar libertad a los emprendedores del mañana.

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El rol del capital bajo ataque

La riqueza no cae del cielo: es resultado de la inversión de capital, el trabajo duro y la asunción de riesgos emprendedores. Ese capital acumulado es el que financia fábricas, startups, préstamos, innovación y puestos de trabajo.

Gravar el capital es, por tanto, pegarle al motor que mueve la economía. El impuesto a la riqueza desincentiva el emprendimiento, frena la innovación y erosiona el crecimiento a largo plazo.

Un impuesto patrimonial reduce los salarios reales, destruye empleos y termina golpeando a todas las clases sociales. Es un veneno parejo: empobrece tanto a ricos como a pobres en el mediano plazo.

Doble tributación y erosión del ahorro

Este impuesto supone una doble y hasta triple tributación al capital productivo. Para inversiones seguras de bajo rendimiento, puede confiscar literalmente todo el interés generado.

Si la tasa del impuesto supera la tasa de crecimiento del patrimonio, el capital se descapitaliza. Es como comerse la semilla destinada a la próxima cosecha: pan para hoy (muy poco, además) y hambre para mañana.

Distorsión de incentivos e ineludible fuga de capitales

Una lección básica de economía es que las personas responden a incentivos. Si Uruguay se convierte en un lugar hostil a la riqueza legítimamente obtenida, el mensaje a inversores será claro: “no son bienvenidos aquí”.

La evidencia empírica internacional confirma que el capital vuela hacia donde no es perseguido. Noruega, España, Francia y hasta la OCDE reconocen el fracaso de estos impuestos.

¿De verdad creen que las fortunas superiores al millón de dólares se quedarán estáticas esperando el hachazo fiscal? La acción humana encuentra caminos para escapar de las jaulas tributarias.

El efecto multiplicador del capital ausente

Ese capital que huye no solo disminuye la recaudación directa, sino que deja de generar empleos, pagar IVA, renta y consumo local.

En términos de cálculo económico, la política propuesta es un dislate. Un buen economista debe considerar los efectos que no se ven. Y lo que se prevé con esta medida es una estampida de ahorristas e inversionistas.

Experimentos fallidos y promesas vacías

Lejos de ser una idea innovadora, el impuesto patrimonial es un experimento fallido en Suecia, Dinamarca, Alemania, España, entre otros.

Allende la frontera, Argentina ofrece un espejo del fracaso. Recaudaciones marginales, mayor descapitalización y desconfianza crónica hacia las reglas de juego.

Aplicarlos es tirar piedras contra tu propio tejado. Uruguay, como economía abierta, sería especialmente vulnerable.

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Populismo fiscal: ideología vs. realidad

La respuesta no está en la economía, sino en la ideología y el populismo. Es tentador para ciertos políticos pintar al “1% más rico” como una piñata inagotable.

Pero al final, esas cuentas nunca cierran: lo pagamos todos, con creces. La verdadera compasión es generar prosperidad sostenible, no prometer fantasías fiscales.

El patriotismo bien entendido consiste en crear condiciones para que la riqueza se genere y permanezca en el país, no en espantarla.

Conclusión

Desde el prisma combativo de la Escuela Austriaca, el impuesto al 1% significa distorsionar el cálculo económico, violar la propiedad privada y destruir incentivos, todo por una quimera redistributiva.

Uruguay necesita más emprendedores creando valor, no burócratas repartiendo despojos. Un impuesto a la riqueza puede vestir ropas de igualdad, pero desnuda una verdad ineludible: es pan para hoy y hambre para mañana.

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