Más allá del profesionalismo, ante todo está lo humano. Y para nadie habrá sido sencillo atravesar la muerte de Miguel Russo. Para Úbeda, como colaborador y amigo, ni para los jugadores. Tampoco para Riquelme, que hace poco había sufrido la pérdida de un amigo de la vida y manager como Daniel Bolotnicoff.
Ahora que pasó el dolor y la emoción por tanto homenaje, era la hora de salir a la cancha. Y dedicarle al entrenador querido por todo el mundo una victoria en el primer partido después de su triste adiós.
Sin embargo, ya lejos de lo emotivo, cada vez más claro queda que este Boca es un equipo verde, poco confiable, frágil. Como el arquero, que puede salvarte o regalar un penal o regalarse al anticipar su elección en el tiro de Passerini. Como Merentiel, que puede meter una de crack contra el Bayern o entrar en una racha de perderse goles.
Como todo el equipo, que puede golear a Newell’s -de lo peor del torneo-, o perder o empatar con cualquiera.
Alguno podrá decir que mereció al menos empatar, es cierto, pero estos partidos hay que ganarlos con autoridad. Más, viniendo con su archirrival en declive (hasta anoche) y habiendo sacado ventaja en la general para el cupo de Libertadores.
Es tan irregular este Boca que, cuando tenía la chance de pegar un salto hacia la Copa 2026, quedó en Sudamericana (con el “margen” de que tiene un partido menos). Que, claro, deberá ganarlo en cancha de Barracas para volver al pasaje directo. Y a acomodarse en una zona muy pareja.
Después del golpe duro, de los homanajes, llegó la hora de jugar. Y no estuvo a la altura, consciente de que ya no está Miguelo y de que el DT es Úbeda, un grandísimo interrogante, en una prueba dificilísima. Una victoria sola en los últimos cinco partidos, una foto riesgosa, señal de alerta. Con este nivel, sin el carácter para dar el golpe en momentos cruciales, este Boca es una lotería.
Tras dos partidos afuera (Barracas y Estudiantes), el superclásico del 9/11 en la Bombonera puede ser el punto de inflexión. Un sprint final de altísimo riesgo es la realidad más allá del dolor y de la emoción. Ni Paredes, salto de calidad, hoy es la garantía.
El palco de Román y la bandera de su abrazo con Russo (Fotobaires).
La realidad de hoy: Úbeda en el banco de Boca (Fotos Emmanuel Fernández).
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