domingo, 24 agosto, 2025
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Asesino serial: siete posibles víctimas y cien muestras de sangre y restos óseos

Matías Jurado aparece en la enciclopedia libre Wikipedia. Lo describen como “criminal, homicida, convicto y presunto asesino serial argentino que fue arrestado en agosto de 2025 bajo las sospechas de haber cometido por lo menos cinco asesinatos”. Y hasta mencionan sus apodos “El machetero” –porque testigos recuerdan haberlo visto en la calle con un machete en la mano– y “El coleccionista de huesos”, por la cantidad de restos humanos que fueron hallados en su casa de Alto Comedero, en la provincia de Jujuy.

La Justicia le adjudica dos asesinatos, pero trabaja sobre la hipótesis de cinco posibles víctimas. Dos ya fueron confirmadas: Jorge Omar Anachuri, de 68 años, y Sergio Alejandro Sosa, de 25. Ambos fueron identificados mediante pruebas genéticas realizadas sobre los restos hallados en el domicilio del acusado. Hay, además, otros tres desaparecidos cuyas muestras están en proceso de cotejo, y otros dos casos que se incorporaron recientemente al expediente.

“Más de cien muestras”. El fiscal regional Guillermo Beller, a cargo del caso, describió con crudeza la magnitud de los hallazgos en la casa de Jurado: “Son más de cien las muestras recolectadas desde el primer momento en el que entramos a allanar la casa de él hasta el último acto que se hizo en dicha vivienda. Recolectamos hisopados que entendemos que son de sangre, material óseo, restos de piel, armas y prendas de vestir que pueden ser no solo de él, sino también de eventuales víctimas”, contó en declaraciones a Canal 4 de Jujuy.

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El funcionario explicó que el trabajo incluyó la participación del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que llegó a la provincia para colaborar en las excavaciones y peritajes en el domicilio de Alto Comedero. Allí, en el fondo de la vivienda, un arroyo seco funcionaba como depósito de restos: huesos, pieles y fragmentos trasladados con una carretilla, según reconstruyeron los investigadores del caso.

Aun frente a este escenario, Jurado no se aparta de su defensa: niega todo. “En la audiencia imputativa hemos tenido la oportunidad de escucharlo… Él sigue refiriendo que es inocente”, señaló Beller, al remarcar que el acusado ejerció su derecho a declarar, aunque lo hizo para insistir en que no cometió los crímenes que se le atribuyen.

El método y las víctimas. La hipótesis de los pesquisas sostiene que Jurado actuaba con un modus operandi repetido. Los viernes por la noche “salía de cacería”. Buscaba a personas en situación de vulnerabilidad, muchas veces en espacios asistidos por una ONG que reparte comida en San Salvador de Jujuy. Les ofrecía alcohol, changas o trabajos en la terminal. Esa falsa promesa era la puerta de entrada a la llamada “casa del horror”.

Allí, según los fiscales, las sometía y luego las asesinaba. Después, utilizaba herramientas para descuartizar los cuerpos y ocultarlos dentro de la vivienda o en las inmediaciones.

La confirmación de que Sergio Sosa fue una de sus víctimas llegó hace apenas días, tras un análisis genético. Su madre, Rosalía Toconás, expresó entre lágrimas: “Este individuo me quitó el derecho de darle a mi hijo un velorio, una cristiana sepultura”.

Aislado. Desde su detención, Jurado permanece alojado en el penal de Gorriti, en un pabellón de alta seguridad que funciona como una “miniunidad” dentro del establecimiento. Allí convive con apenas diez internos de alto perfil, sin contacto entre sí. Cada recluso tiene rutinas diferenciadas, lo que reduce al mínimo la interacción.

El acusado, que no terminó la escuela primaria, presentó un escrito para no mantener contacto con su familia mientras dure su detención. La nota fue redactada por un trabajador social del penal y luego firmada por él. Solo autorizó visitas de su abogado y de la psicóloga designada por la Justicia.

La llegada del asesino serial no pasó inadvertida entre los internos. Según trascendió, su presencia despertó temor y comentarios en la población carcelaria por la gravedad de los hechos que se le atribuyen.

Lo que viene. En la última audiencia, la fiscalía amplió la acusación: ahora pesa sobre Jurado la imputación de “homicidio agravado por ensañamiento, dos hechos”. Pero las pericias continúan y, de confirmarse la identidad de los restos en estudio, esa cifra podría escalar.

El fiscal Beller fue categórico: “Con la cantidad de elementos secuestrados desde el inicio de la investigación no descartamos que se pueda vincular a más personas desaparecidas. El caso está lejos de cerrarse”.

Así, el expediente contra Jurado sigue creciendo, mientras él mantiene la misma postura: negarlo todo. Aferrado a su silencio y a una rutina carcelaria marcada por el aislamiento, su figura ya pasó a la historia criminal de Jujuy, asociada a la violencia extrema y a una estela de muerte aún por esclarecer.

Vigilado las 24 horas

R.P.

Matías Jurado se encuentra bajo un régimen de vigilancia permanente. Lo controlan las 24 horas del día mediante un sistema de videovigilancia, una medida que no es habitual en todos los pabellones del penal de Gorriti y que se aplica solo a internos considerados de máxima peligrosidad o de alto perfil público. La celda donde se encuentra está equipada con monitoreo constante, lo que permite registrar cada movimiento y reducir al mínimo los riesgos de fuga, autolesiones o incidentes con otros presos.

Este control se suma a la supervisión directa del personal penitenciario, que tiene la orden de registrar y reportar cualquier conducta fuera de lo común. El objetivo, explicaron fuentes penitenciarias, es garantizar tanto la seguridad interna como la integridad física del propio Jurado, ya que el caso que lo involucra generó un fuerte impacto social y lo convirtió en una figura temida incluso dentro del penal.

Jurado se encuentra en un pabellón de alta seguridad, donde conviven apenas diez internos considerados de alto perfil. Allí no existe contacto directo entre ellos: cada recluso tiene horarios diferenciados para salir al patio, higienizarse o recibir visitas, lo que reduce al mínimo cualquier interacción.

En ese régimen especial, el homicida también tomó una decisión llamativa: pidió no mantener contacto con su familia mientras dure su detención. Solo autorizó las visitas de su abogado defensor.

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