Este domingo 19, Bolivia afronta el primer balotaje de su historia para el próximo mandato presidencial entre Rodrigo Paz, ex senador y candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC), y Jorge “Tuto” Quiroga, ex presidente y postulante de Alianza Libre. El país andino va a esta renovación del Ejecutivo en plena crisis del Gobierno de Luis Arce, con fuerte recesión, inflación creciente y una escasez de combustibles que crispa los ánimos.
Paz y Quiroga llegaron a la segunda vuelta en las generales del 17 de agosto pasado. Afuera quedó el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que gobernó Bolivia durante los últimos casi 20 años. Y ese es otro dato singular.
De acuerdo con el texto constitucional reformado en 2009, un candidato gana la presidencia en primera vuelta si obtiene el 50 % de los sufragios o si alcanza el 40 % con una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre su contrincante más cercano. En la votación de agosto pasado, ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría.
Paz consiguió el 32,06% de los sufragios y Quiroga, el 26,7%. El voto nulo alcanzó el 19,87%. Y el preferido de las encuestas, Samuel Doria Medina, obtuvo el 19,69%.
Los candidatos del MAS, el Movimiento al Socialismo de Evo Morales, con fuertes divisiones internas, acusó el impacto de esa atomización y de la crisis económica. La fractura del oficialismo, que en los medios quedó expuesta por la disputa pública del presidente Arce con Evo, derivó en la candidatura de dos referentes. Andrónico Rodríguez sacó solo el 8,5% de los votos y Eduardo del Castillo apenas el 3,17%. Por primera vez en más de 20 años, un candidato ajeno al MAS asumirá la presidencia.
Entre quiénes se define
Rodrigo Paz, de 58 años, fue la gran sorpresa de la primera vuelta. Hasta una semana antes del 18 de agosto, los sondeos lo ubicaban en el tercer o cuarto puesto.
Es hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora (1989-1993). Ex senador y alcalde de Tarija que se autodefine como de centro, se hizo fuerte y ganó en los distritos antes dominados tradicionalmente por el MAS, como La Paz, Chuquisaca, Oruro o Potosí. Los analistas le adjudican gran capacidad de conectar con los sectores más populares de Bolivia, un vínculo al que contribuye su candidato a vicepresidente, Edman Lara.
Lara es un excapitán de policía que ganó protagonismo en las redes sociales con sus denuncias sobre la corrupción en las instituciones bolivianos.
La dupla democristiana propone un plan de emergencia para Bolivia basado en tres ejes para recomponer la economía del país: la descentralización del Estado, un “capitalismo para todos y platita para la gente” que promueva el crecimiento privado pero mantenga los subsidios, y una reforma judicial para combatir la corrupción.
Quiroga, de 65 años, fue ministro de Finanzas del padre de Paz. Ya ejerció la presidencia entre 2001 y 2002 al suceder al general Hugo Banzer Suárez, de quien había sido vicepresidente. Promueve una política cercana a los mercados y a las empresas y promete que su plan incluirá una asistencia financiera de los organismos internacionales.
Para esa impronta pro mercado, eligió como acompañante a Juan Pablo Velasco, un empresario tecnológico. Su programa incluye recortar el empleo público, parte de los subsidios a la energía y planes sociales y privatizar la explotación de algunos de los recursos naturales, una medida que se anticipa polémica en un país que en las primeras dos décadas del siglo creció al ritmo de la exportación de gas.
El MAS, a menos e implosionado
Desde 2005 hasta 2019, Evo Morales dominó la política y el gobierno de Bolivia. Eso le permitió, en 2009, homologar una Constitución con la que buscó «refundar el país». Pero ese texto permite solo una reelección consecutiva y Morales, pese a que los bolivianos le habían dicho «no» en un referendo en 2016, le pidió al Tribunal Constitucional que le habilitara otro mandato. La Corte lo hizo, en 2017, bajo el argumento de que la carta magna violaba los derechos políticos del entonces presidente.
Morales fue entonces por otra reelección, en octubre 2019, pero arreciaron las sospechas sobre los conteos de votos en los medios, y hubo masivas marchas al mes siguiente. Presionado, Morales renunció. El MAS volvió al poder con el actual presidente Arce, que había sido ministro de Economía de Morales. Pero pronto comenzaron las diferencias, y el partido cayó en un proceso de profunda fragmentación.
Morales llamó en esas elecciones a votar nulo y casi el 20 % de los bolivianos empadronados lo hicieron. Alentado por el dato, el ex presidente apunta ahora a formar una nueva agrupación política para presentarse en los comicios subnacionales de abril.