Distraerse, aprender mejor. Puede sonar paradójico (y en algunos casos realmente lo es), pero el mind wandering, es decir, la actividad de divagar con la mente mientras se está ocupado haciendo otra cosa, también tiene sus beneficios. Entre ellos está precisamente la capacidad de aprender mejor, sobre todo cuando se trata de actividades poco exigentes que tienen alguna forma de recurrencia y que se pueden captar sin atención plena. Estas son las conclusiones extrapoladas por un equipo internacional de investigadores de Francia, Noruega, Hungría y Alemania, que añaden nuevas pruebas para respaldar los beneficios de la divagación mental que han sido destacados por diversas investigaciones en este campo.
A volar un poco
El mind wandering se produce cada vez que se transita una distracción de la tarea que se está haciendo. Peter Simor, coautor de una nueva investigación en este campo, publicada en las páginas del Journal of neuroscience, y de otro estudio publicado en iScience hace un par de meses, ayuda a definirlo mejor, centrándose no solo en la distracción sino también cómo actúan pensamientos de lo más dispares, relacionados o no con hechos reales. Según esta definición, esta actividad de distracción tiene mucho en común con el daydreaming (en parte también bendecido por la ciencia, siempre que no se convierta en una condición patológica). Sin embargo, hay quien ha cuestionado el asunto, llegando a definir ambos como comportamientos ligeramente diferentes: la divagación mental se produciría cuando los pensamientos se entrometen mientras alguien está ocupado en una actividad, mientras que la ensoñación o daydreaming tiene lugar cuando no se está ocupado en nada más. Definiciones aparte, la comunidad científica se pregunta desde hace tiempo qué papel desempeñan estas distracciones. Y, sobre todo, si tienen alguna función, aparte de transportar la mente a otro lugar
Efectos de la divagación mental
Lo que está bien documentado hasta ahora han sido sobre todo los efectos negativos de la divagación mental. Cuando opera la disctracción, disminuye la capacidad de comprender lecturas, resolver problemas, planificar acciones o inhibir a los demás, ya que el procesamiento sensorial disminuye. De hecho, significa menos supervisión propia. Según explica Simor, en ese momento se resiente la actividad al perder precisión, con el riesgo de que la misma distracción o abstracción del momento llegue a ser peligrosa.
Sin embargo, no siempre es tan malo distraerse. Entre las hipótesis más populares están aquellas según las cuales esta distracción puede, por el contrario, ayudar a planificar acciones importantes, estimular la creatividad o, tal vez, potenciar la memoria y el aprendizaje. Y precisamente en este último aspecto se centró el trabajo de Simor.
Los caminos de la mente
«Investigamos la posible asociación entre la divagación mental y el aprendizaje probabilístico no consciente en un estudio conductual en línea y en un estudio con EEG (electroencefalograma) en laboratorio», explica el autor del estudio. “Utilizamos una tarea de aprendizaje probabilístico en la que los participantes podían hacer predicciones basadas en probabilidades que habían inferido inconscientemente”, agrega. En concreto, los investigadores midieron la capacidad de respuesta y la precisión de los participantes en una prueba visuomotora en la que se ocultaban secuencias con distintas probabilidades de recurrencia a partir de ciertas imágenes mostradas en una pantalla. Al mismo tiempo, los investigadores pidieron a los participantes que evaluaran lo distraídos que estaban o no. Los resultados de ambos estudios mostraron que este tipo de aprendizaje mejoraba cuando la mente de los participantes comenzaba a divagar espontáneamente, aunque la precisión de las respuestas se resentía.
El monitoreo de la actividad cerebral durante los experimentos permitió a los investigadores confirmar, como ya habían observado otros grupos de investigación en el pasado, que el mind wandering inducía estados similares al sueño. «La divagación mental y el aprendizaje probabilístico se asociaron con actividad neuronal de baja frecuencia, lo que sugiere que esta actividad podría reflejar un estado transitorio fuera de línea que facilita el aprendizaje rápido y la consolidación de la memoria», escriben los autores. Es la otra cara de la moneda: por un lado reduce precisión y control, y por otro asoma a una nueva forma de aprender.
¿Y ahora qué?
«La mayoría de los estudios cognitivos se centran en el aprendizaje cuando estamos plenamente implicados», comentaba Simor en una publicación de la Society for Neuroscience. «¡Pero en la vida real pasamos mucho tiempo aprendiendo pasivamente! Al igual que nuestros cerebros necesitan dormir, quizá también necesitemos métodos de aprendizaje pasivo, o «descanso vigilante», para recuperarnos de tareas que exigen que el cerebro esté activo e implicado». En el futuro, podría ser interesante entender qué ocurre en casos de privación de sueño o en pacientes que tienen problemas para dormir, concluye finalmente el investigador.