lunes, 12 mayo, 2025
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Por la crisis, crecen los cumpleaños low cost: salón compartido, mate y agua

Las viejas prácticas de ahorro siempre vuelven en tiempos de recesión. Para combatir la fuerte caída en la demanda, que ronda el 40%, los salones de fiestas infantiles ofrecen festejos de cumpleaños de forma compartida, entre dos niños o adolescentes que los cumplen en fechas cercanas.

Los padres intentan además economizar llevando el mate, tomando agua en vez de cerveza y gaseosas o haciendo que los invitados paguen las bebidas, ya que un festejo promedio en un local de estas características cuesta unos 800 mil pesos. Obviamente, los gastos de salón o pelotero forman parte de los costos fijos más caros de estas fiestas y pagarlos a medias alivia los bolsillos.

No es un invento nuevo: ya sucedió en la década del 90 y se profundizó en el 2000, con la crisis que antecedió al estallido social del 2001. De hecho, nunca dejó de hacerse. Es una buena opción para los que tienen muchos amigos en común y presupuesto acotado. Se estila sobre todo en primaria, pero llega hasta los 12 o 13 años, y las familias rosarinas lo ponen en práctica sin miramientos.

Los padres consultados para dar cuenta de este fenómeno apuntan que además de las razones económicas, hay algo que tiene que ver con lo logístico: la concentración de los festejos permite que no se superpongan fechas de cumpleaños de los chicos, y soluciona el incordio de llevar a los niños todos los días a un evento distinto. Además, las mamás dicen que es mucho más fácil organizar con la ayuda de otra.

La movida publicitaria apareció con fuerza en algunos salones de fiestas, donde la demanda cayó entre un 35% y un 40%. La campaña “Festejá con tu amigo” se convirtió así en un slogan que se promociona como una forma de abaratar costos y no suspender, para incentivar esta práctica y así paliar la caída de ventas.

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Economía deprimida

«A muchos no les alcanza para hacerlo solos. Entonces, frente a la opción de no tener eventos o que se hagan a medias, varios salones empezamos a ofrecer esta alternativa: «Festejá con tu amigo y compartí los gastos». En realidad, es una forma de adaptarnos, de sumar un recurso de venta frente a un panorama complicado. Ya lo venían haciendo algunas familias por su cuenta, así que simplemente lo formalizamos como una opción más», apuntó Ariana Montero, titular de la Cámara de Salones Infantiles de Rosario.

La referente señaló que la mayoría de los integrantes del sector no aumenta los precios desde diciembre. Incluso algunos bajaron las tarifas a costa de achicar al mínimo los márgenes de ganancia. «La famosa frase «no hay inflación» no tiene sentido si no hay consumo. La realidad es que no se vende y la rentabilidad cayó muchísimo. Aun así, tratamos de mantener a nuestros empleados», afirmó.

Esta modalidad gasolera se ve especialmente en algunos salones, como los que son únicamente peloteros grandes o los parques de cama elástica. Por ejemplo, La Isla de los Juegos, Lio Jump Park, o los que tienen juegos inflables. Son salones donde se puede hacer una coordinación general, y donde la madre no busca algo tan específico ni personalizado, se salta mucho y el lugar permite otra dinámica. Ahí hace rato que se hacen eventos compartidos entre dos o tres familias.

«Sí, nosotros hacemos bastantes cumpleaños de ese estilo. Depende de los papás, y si quieren los peques. En nuestro local no hay problema. A veces festejan de a dos o tres familias», contestaron desde La Isla de los Juegos, un gran establecimiento de 2.500 metros cuadrados ubicado en calle España.

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Regateos

El costo en salones infantiles hoy está en un promedio de entre 350 y 450 mil pesos, con un piso de 270 mil y un techo de 1,5 millón. La tarifa incluye tres horas de festejo, la comida de los chicos, dos coordinadores, bebida, un mozo y un ayudante de cocina. En algunos salones permiten a los padres llevar la comida, y en otros no. Pero ese es más o menos el rango.

Así, una fiesta para un niño pequeño, de entre unos 4 y 6 años, puede costar unos 800 mil pesos entre el alquiler del salón, la comida para los adultos y la torta. «El otro día vino una clienta que entre sus dos trabajos gana 1.700.000. ¿Cómo va a gastar 800.000 pesos en un cumpleaños infantil? La verdad es que los sueldos quedaron totalmente desfasados, y hoy esto pasó a ser un servicio casi de lujo», reconoció.

Por eso, además de los cumpleaños compartidos, también aparecen otros hábitos que reflejan una crisis de consumo muy concreta: “Los papás te preguntan si el menú infantil incluye también a los adultos. Y en otoño e invierno empieza la pregunta de si pueden llevar el mate para los grandes o les cobramos algo”, ilustró.

Para Montero, ese tipo de regateos, que antes eran excepcionales, hoy son moneda corriente: “Que los invitados paguen lo que toman, que pidan agua, que quieran festejar dos cumpleaños en uno, que lleven el equipo de mate… es todo una señal. Y nosotros hoy casi en lo único que ganamos es en las bebidas», dijo.

Si bien en lo operativo hay límites claros, como la cantidad de chicos, la empresaria resalta que el esfuerzo es el mismo, aunque no todos los salones lo manejan igual: “Muchos colegas te dicen que no lo quieren hacer porque es lidiar con dos madres que pagan cada una su parte. A mí, si me pasa, me da igual. Prefiero hacer un cumpleaños doble que no hacer ninguno. Total, los adicionales se pagan”, aclaró.

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Adolescentes

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La costumbre de festejar de a varios se extiende hasta los 12 o 13 años. «Los cumpleaños de niños chiquitos, de 1 a 3 años, bajaron mucho. Esos no se comparten. Son eventos más íntimos. Directamente, muchos ni lo hacen. Pero en los de chicos más grandes, preadolescentes y adolescentes, es donde se da más lo de compartir, porque ya tienen un formato más tipo matinée, más parecido a un bolichito. Ya no hay souvenirs ni cosas tan infantiles, es otra onda», puntualizó.

Esta semana, por ejemplo, festejó uno con dos mamás: son 80 chicos adolescentes del Colegio Español, y sale un poco más porque es de noche tiene otros servicios. A cada mamá le termina saliendo unos 400 mil pesos. «De otra manera, si lo hicieran por separado, sería el doble. Pero acá les das de comer, son tres horas, tenés coordinadores, un DJ, mozo, ayudante de cocina. Todo está incluido», contó Montero.

Para tener un comparativo, ejemplificó cuánto costaría llevar a los chicos a comer a un local de comidas rápidas: «Un combo debe estar en 15 mil pesos. Si llevás a 30 pibes a comer ahí, te termina saliendo más caro que hacerles el cumple en un salón. No estamos caros. La gente se piensa que un cumple son un pancho y una gaseosa, pero implica tasas municipales, publicidad, recolección de basura, empleados, luz, gas, agua, alquiler», declamó.

La mujer, que está en el rubro desde 2007, dio un dato brutal: el primer año que abrió tenía 51 eventos por mes. Ahora, con suerte tiene 8 o 10 . «Hay lugares que directamente ni abren, y hay varios que se están vendiendo. Ya cerraron 9 colegas. Los que están trabajando son los que cobran muy barato, porque son dueños del salón y tienen margen para hacerlo. Es casi peor que en pandemia, porque en esa época por lo menos no pagábamos 700 mil pesos de luz», denunció.

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Bodas y 15 años

El fenómeno es transversal a todo el rubro. Iván Hawryluk, presidente de la Cámara de Eventos y Afines de Santa Fe, señaló que el sector está buscando distintas alternativas para sostener la actividad en un contexto de caída del trabajo: “Estamos probando con herramientas como el Hot Sale o convenios con bancos para créditos accesibles, pero la baja se siente. Disminuyó notablemente la cantidad de asistentes a los eventos”, dijo.

Hawryluk marcó que esta tendencia se nota con más fuerza en los cumpleaños de 15 y en las bodas: “Antes se invitaba a muchas personas; hoy se busca algo más íntimo. En los XV, muchas veces solo están los amigos más cercanos y la familia. En las bodas pasa lo mismo: los más íntimos al evento y, los conocidos o no tan cercanos, van solo al brindis», relató.

Para el empresario, no se trata solo de una crisis coyuntural, sino de un cambio más profundo en los hábitos de consumo: “Hay un reordenamiento en todos los rubros. Está cambiando el paradigma de los márgenes: hay que estar muy finos, seguir los precios del mercado y adaptarse. Nuestro sector no está al margen de estos cambios”, manifestó.

En ese sentido, propone otra lectura: “Nosotros no vemos un escenario de crisis, sino un reacomodamiento. La gente sigue haciendo eventos, pero ahora pregunta mucho más, se informa de todos los costos”. Según Hawryluk, cambió el comportamiento del consumidor:“Antes quizás reservaban el salón sin ver mucho más. Hoy quieren saber desde el principio cuánto cuesta todo: el catering, las pantallas, el cotillón. Cada peso se analiza”, confió.

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